domingo, 20 de septiembre de 2009

cartilla trueque zona centro del Cauca

Este documento es el resultado de un trabajo de más de cuatro años, en el marco del proyecto "El trueque desde una perspectiva comparativa: diálogo de saberes y fortalecimiento del conocimiento ancestral en tres zonas indígenas del cauca andino", que elaboramos con los pueblos indígenas del Cauca: Kokonuko, Yanaconas y La María y Ambaló.


VOS ME DAS, YO TE DOY

Pueblo Kokonuko


INTRODUCCIÓN

Al cóndor no le importa saber si está hablando con un niño o con una niña porque lo que le hace feliz es saber que por fin logra hablar pacíficamente con una cría humana.

Y esta cría humana le pregunta al cóndor: Hace varios días estoy oyendo que todos se están alistando para ir a truequiar y todos quieren ir a truequiar… pero decime ¿Qué es truequiar? ¿A qué es que van?

Y aunque la mayoría de cóndores han tenido que aprender a huir atemorizados por algunos humanos, este invita al niño (o niña, según el caso): Vení te cuento: truequiar es ir a encontrarse con varias comunidades para intercambiar productos, cultura, palabras… saberes, mejor dicho de todo.

Pero este es un niño (o niña, según el caso) que no come cuento y responde con otra pregunta: Espera, espera. Decime despacio ¿cómo así para intercambiar?

El cóndor, que todo lo sabe porque se la pasa echándole ojo a todo, responde dándole a entender que nada en la vida es complicado y le dice: Sencillo. Vos me das algo y yo te doy a cambio otra cosa, mejor dicho, de lo que yo tenga.

Y este niño o niña, que al igual que todos los y las infantes es muy pero muy inteligente, se resiste a quedarse con dudas y vuelve a hablar: Ahora sí entendí menos. ¿Para qué tenemos que ir a otra parte?

El cóndor comprende que tiene que hablar más claro y decide empezar este relato: Mmmmh… Espera te cuento. Mejor dicho, deja volar al cóndor y escucha:

Este siglo, que en las cuentas que se hacen por aquí es el siglo XXI, prácticamente lo empezaron las comunidades indígenas del Cauca haciendo trueques.

No me pongas esa cara de “quedé en las mismas” y déjame hablar. Como ya te dije, truequiar es intercambiar una cosa por otra. Por ejemplo: vos me das una mirada cuando paso volando entre las nubes y yo te doy una danza sobre el cielo azul.

Espera te explico mejor porque ya ví que tenés afán en los ojos y en la lengua.


¿CÓMO ERA ANTES?

Mira – llama la atención el cóndor- mis antepasados me contaron que el trueque es una práctica ancestral.

Hace muchos años, hubo un tiempo en que la gente no usaba el dinero. Cuando todavía no había tanto comercio, los caminos eran empedrados, empalizados, rara vez de barro, y nadie masacraba a los árboles, la gente que vivía en estas montañas y en el llano iba a visitar a sus familiares o a sus amigos porque la amistad es una canción que nos ayuda a vivir alegres. Iban adultos y niños a hacer la visita porque ya se entendía que los niños son personas muy importantes. En ese tiempo la gente se alimentaba con lo que tomaba directamente de la tierra pero como en la tierra caliente no se produce lo mismo que en la tierra fría, pues era necesario intercambiar productos. Los de clima frío obsequiaban a los de tierra caliente y los de tierra caliente a los de clima frío.

Tiempo después la gente aprendió a cultivar, que es como fabricar alimentos con la ayuda de la tierra y así se inventaron las huertas. Poco después, todos le pusieron una melodía especial a la canción de la amistad. Esa melodía consistía en llevarle siempre un obsequio a sus amigos. Un obsequio sacado del huerto y también sacado del corazón, como podrás imaginar, porque la generosidad sólo se cultiva en el corazón.
Cada visitante alistaba un costal o saco hecho en fique porque en ese tiempo no se habían inventado el plástico que ahora afea a los paisajes, esteriliza a la tierra y se niega a reciclarse con más terquedad que una venganza.

Todos los que iban a salir de visita, es decir, los niños y los adultos, recogían frutos del huerto y llenaban varios costales. Los adultos llenaban un costal grande y los niños, según su tamaño y estatura, mejor dicho, según su fuerza, llenaban un costal cuyo peso después pudieran levantar. Por supuesto, también se alistaba una jigra con hoja de coca, que ha sido una compañera natural del esfuerzo, los rituales y la ensoñación de los indígenas.

Las mujeres se quedaban en la casa porque ellas son las que mejor saben mantener el calor de la hoguera que reúne a la familia aunque también es importante decir que las mujeres se le pueden medir a todas las tareas que les ponga la vida. Yo, que soy un Cóndor, admiro a las mujeres. Vos, si eres un niño debes respetarlas más y si eres una niña debes quererte tanto como las mujeres quieren a toda la humanidad.

En fin. Te venía diciendo que los visitantes salían cargados de obsequios así como los integrantes de una chirimía o de un conjunto musical, de esos que son tradicionales en los pueblos, llevan sus instrumentos musicales en sus brazos o en la espalda.

De esa manera caminaban horas y horas aunque claro que en esos tiempos casi no había relojes de pulsera y entonces al tiempo lo marcaba el ritmo del corazón. Las piernas eran como las agujas del reloj pero en vez de andar en círculo seguían y seguían por los caminos alargados. A veces el sudor se confundía con la lluvia sobre la piel carmelita y algunos usaban una especie de reloj sofisticado para la época: un tabaco que resplandecía en una de sus puntas como algunos relojes digitales de ahora. El humo que salía del tabaco era como el camino que se esfumaba bajo los pies de los visitadores.

El camino terminaba en la casa de los amigos o familiares con los que se quería compartir la coca y todo lo que por tanto rato se había transportado. Entregar aquellos bultos era como decir: “Estoy aquí porque sos importante para mí”. Por eso algunas personas realmente decían: “Te trajimos este presente”.

Quienes recibían el presente lo mantenían sin destaparlo porque el agradecimiento podía más que la ambición. Los anfitriones le ofrecía guarapo a los recién llegados e iniciaba una conversación sobre semillas, aventuras, recuerdos y otras cosas que sirven para cultivar a las amistades, las canciones y las culturas. De allí muy fácilmente se pasaba a la fiesta con música de cuerdas o de chirimía, mientras algunos integrantes de la familia visitada entraban y salían hacia su propio huerto. Esos toques tan auténticos siempre nos han encantado a los cóndores.

Algunos visitantes pasaban la noche en la casa que los recibía y cuando iban a iniciar el regreso eran sorprendidos con una despedida no menos generosa. A cada visitante le entregaban un costal del mismo tamaño del que había traído. Todos estaban llenos de frutos del huerto de los anfitriones pero nadie preguntaba qué había en esos costales porque como ya te dije, el agradecimiento era más importante que la ambición.

Empezaba el regreso. El regreso era como si las agujas del reloj, es decir, las piernas de los caminantes, hubieran llegado al doce para empezar a dar otra vuelta. Las piernas eran las agujas del reloj de la amistad, que era un reloj sin tiempo. Poco después los visitantes eran visitados en su propia casa.

De esa manera, en todas las casas había productos de diferentes huertos. Nadie compraba ni vendía lo que necesitaba para alimentarse. Cada familia fabricaba su casa y su ropa, la plata no era necesaria, o por lo menos no como lo es ahora. Había mucha gente que ni conocía los billetes y eso no era motivo de vergüenza. La amistad era más importante que el dinero. Unas personas –continuó el cóndor- le llamaban a esos costalados que intercambiaban “guambizas”, después, cuando el intercambio se hacía más deliberadamente, es decir, no sólo por amistad sino con la clara intención de obtener algún producto específico, a ese intercambio se le llamaba “componer palabra” y hubo otras maneras de nombrar al intercambio, según el lugar o la época.

No es que todo fuera perfecto porque, que yo sepa, los humanos siempre han tenido más problemas que los cóndores pero eso es otro asunto.

La cría humana mira sorprendida al cóndor y suelta una pregunta desconcertada y desconcertante por la manera de expresarla: ¿Así es la cosa?

Y el Cóndor sólo atina a responder: Muchas de las cosas que te estoy contando me las dijeron mis antepasados y otras las he visto yo desde las alturas.


¿CÓMO ES AHORA?

La cría humana levanta la mirada e insiste en su inquietud: Y, ahora ¿Qué es que están haciendo?

El cóndor escucha la pregunta con respeto mientras traza una “ese” en su vuelo planeador y continúa su relato: Ahora es un poco distinto. La intención ahora es menos ingenua pero tan noble como lo era antes.

En este siglo, ya no sólo se hacen visitas de una familia a otra sino que la asociación de cabildos, en este caso la “Genaro Sánchez”, que es como una gran familia que reúne a todas las comunidades indígenas de los Kokonuko, le designa a uno de ellos la tarea de organizar un trueque, es decir, un evento al que invita a todas las familias de los demás resguardos.

Organizar un trueque es organizar una gran fiesta de la amistad, la generosidad y la esperanza. O mejor dicho, una gran fiesta para recordar a esas tres canciones porque desafortunadamente a la humanidad a veces se le olvidan.

El cabildo organizador designa un lote grande, que por lo general es una cancha de fútbol, para realizar allí el intercambio de productos. A algunas personas del resguardo se les recomienda la tarea de elaborar carteles con los nombres de cada comunidad con el fin de asignarle a cada una un lugar en aquel campo. En un lado se ubica a las comunidades que vienen de clima frío y en el otro las que vienen de clima caliente. Es como preparar todo para un juego en el que participa mucha gente. Ahí todos pueden ganar.

¿Un juego? pregunta la cría humana muy entusiasmada. Sí. Es como un juego porque todos lo disfrutan, se ríen, corren. Vení te cuento con más detalle - dice el cóndor -.. Hacele, hacele –complementa la cría humana-.

Dejame decirte que yo he visto desde las alturas que las personas que viven cerca llegan a truequiar a caballo o a pié, empujando carretas pero también he visto a esos camiones rústicos que ustedes llaman chivas, repletas de gente y de costales. Van adornadas con banderas de colores, bajando de las montañas al llano o subiendo del llano a la montaña. Parecen verdaderas chivas, mejor dicho, verdaderas cabras brincando sobre el cuerpo de este paisaje gigantesco. Así, envueltas en una nube de polvo, las chivas llegan al borde del terreno donde se va a realizar el trueque. La gente se desgaja de las chivas como frutas maduras y así mismo descargan sus costales. Cada comunidad se ubica junto al letrero que le corresponde.

Claro que en las chivas no van solamente productos alimenticios. Ahí también llevan instrumentos musicales, de tal suerte que una vez llegan, empieza una programación en la que las danzas, chirimías y conjuntos musicales de todas las comunidades interpretan esas melodías que me atraen. Cada vez que escucho esas músicas me acerco y muchas veces me he encontrado con un trueque. Además en los trueques instalan micrófonos, altavoces y parlantes muy potentes. Así es que he aprendido muchas de las cosas que te estoy contando.

Entre canción y canción, los viejos amigos se saludan, a veces intercambian hoja de coca, y el representante de cada comunidad se dirige a todos los asistentes para animarlos a seguir realizando trueques. Así, con música, llega la hora del almuerzo, todos alistan el plato y la cuchara, porque para participar en un trueque es necesario llevar plato y cuchara. Sí, por supuesto, el cabildo organizador obsequia el almuerzo para todos. Mejor dicho, el cabildo encarga a unas personas para que preparen un almuerzo típico. Si es en clima frío se prepara un mote con ollucos y si es en clima caliente se prepara un delicioso sancocho con yuca y plátanos verdes.

Pero contame rápido cómo es lo del juego- interrumpe la cría humana-

Tan impaciente como estás vos se ponen todos los que asisten al trueque – señala el cóndor -. Todos quieren intercambiar rápido y ahí es dónde se vuelve importante la guardia indígena … La cría humana vuelve a interrogar con la mirada y el cóndor entra a explicar: sí porque el truequeo solamente puede empezar cuando el gobernador del resguardo da la orden. Entonces la guardia indígena media entre la autoridad del gobernador y el capricho de los que quieren adelantarse para acaparar los mejores productos. En cada trueque la generosidad lucha contra la ambición.

Todas las comunidades llevan guardias indígenas desde su resguardo y todos los guardias se toman de la mano uno tras otro para formar una cinta humana que separa a los de clima frío de los de clima caliente. La guardia indígena impide que los participantes en el trueque se adelanten a la orden del gobernador, también impiden que alguien incumpla la norma más importante del trueque, que consiste en intercambiar y no en vender. Como sabés, la guardia indígena viste con chalecos de colores y no usa armas sino bastones de chonta, que son símbolos de autoridad. El ejercicio de la autoridad por parte de la guardia indígena, se basa en la sinceridad conversada entre los compadres y comadres pero cuando alguien la irrespeta, el griterío censurador de toda la gente se encarga de respaldar a la autoridad de la guardia, que representa a la autoridad del cabildo liderada por el gobernador.

Hasta que al fin, el gobernador da la orden de empezar el intercambio, o “el cambeo”, como dicen algunos. -¡Al fin!- murmura la criatura humana. -Y ¿ahí es cuando empieza el juego?--Sí, responde el cóndor.- Los de clima frío corren hacia la zona donde están los de clima caliente y viceversa. Se forma el alboroto ¡Cambio papa por panela! ¡Cambio mora por plátanos! ¡Cambio ollucos por tomate! ¡queso por chontaduros! Todos se entrecruzan yendo y viniendo de un lado para otro a cambiar o a encostalar lo que ya obtuvieron. Por supuesto, también se intercambia hoja de coca y hasta guarapo.

-Muy distinto a lo que se hacía antes- agrega la cría humana. En parte es distinto, aclara el cóndor, mientras se regodea con el viento que sopla sobre su cara de pico duro y ojos grandes.

Hay cosas que son distintas pero no podés olvidar que entre los indígenas nunca ha dejado de existir la solidaridad para con los familiares y los amigos. Mirá - continua el cóndor-, lo más importante del trueque es el intercambio entre parientes, entre vecinos y entre conocidos porque así nadie se fija en cuanto puede obtener a cambio, sino en qué producto es el que le hace falta al otro. Así se sigue practicando dentro de las comunidades pero tenés razón, es distinto cuando el intercambio ocurre entre personas que no se conocen porque muchas veces las dos partes están pensando en el valor monetario de las cosas antes de hacer el intercambio. Ya te dije que en el trueque la generosidad lucha contra la ambición.

Así y todo, ha habido trueques en los que se intercambian muchas toneladas de alimentos. A veces pienso que la naturaleza ha sido más generosa con los humanos que los humanos con la naturaleza. Como sea, los participantes en el trueque vuelven a irse cargados como llegaron. A caballo, a pié o en chiva pero cada quien se devuelve con productos distintos a los que había llevado para truequiar. El viaje de vuelta en las chivas es como cuando la gente regresa de un paseo. He podido notar que en ese momento los indígenas sienten esa suave fatiga que se apodera de los músculos luego de un largo día entretenido. En sus mentes amanece el más azulado de los días despejados sobre las montañas, el pecho se les yergue como el volcán Puracé y de allí brotan carcajadas y gritos de alegría. Las chivas vuelven a ascender o descender, según corresponda, del llano a la montaña o de la montaña al llano mientras el viento les agita las banderas de colores que se van fundiendo con la noche.

LA IMPORTANCIA DE TRUEQUIAR

La cría humana cierra los ojos por un instante para reflexionar sobre lo que ha escuchado y luego mira hacia el paisaje que tienen enfrente mientras pregunta: ¿porqué se hacen trueques en vez de ir a comprar el día de mercado en la galería?

El Cóndor, a quien su sabiduría le concede una gran serenidad, por primera vez se siente inquieto. Tan inquieto que se posa sobre una roca … hasta que finalmente empieza a resolver la pregunta de la cria humana, no sin antes reclamarle: No me mirés con esos ojos de cazador malvado que ya te voy a explicar. Hay tres razones para hacer trueques.

Mira, la primera razón consiste en que a la humanidad a veces se le pega el sonsonete de la ambición y, como ya te dije, se le quieren olvidar las canciones de la amistad, la generosidad y la esperanza. Entonces un trueque es una gran fiesta que sirve para recordarlas. En cambio, cuando la gente va a comprar o a vender alimentos no comparte sino que piensa en cuanto va a ganar y lo grave del asunto es que la ambición no sólo va a la galería el día de mercado sino que la ambición se regó por todo el planeta como una ollada de agua caliente que despelleja a cualquiera.

¡Uuy!! –exclama la criatura humana mientras hace un gesto como si sintiera un dolor-.

Esta es la segunda razón: Hay países y empresas, la mayoría de ellas multinacionales, que creen que nuestro planeta es una gran galería de mercado donde se puede comprar y vender todo lo que hay en la naturaleza. Por eso se inventan maneras de sacar ganancias. Para ellos es más importante obtener ganancias que alimentar a las personas. Por ejemplo, se ingenian maneras de vender abonos y agroinsumos muy costosos que a veces son inútiles o contaminantes; se inventan pretextos para comprar la biodiversidad o para vender transgénicos que ellos producen y que acaban con la biodiversidad de estas tierras; prefieren producir combustibles para las máquinas en lugar de comida para la gente; empacan los alimentos de una manera que los encarece, en lugar de tratar de satisfacer las necesidades nutricionales de la mayoría de la población.

Esos son algunos de los caminos que ha cogido la economía mundial guiada por la ambición. Es como si la economía mundial guiada por la ambición fuera una chiva que venía a recoger a la gente pero se fue con unos pocos y dejó a la mayoría botados en el campo. Los alimentos se han hecho costosos, escasos y muchos alimentos industrializados no son nutritivos.

Entonces la tercera razón que hace que los trueques sean importantes consiste en que de esa manera los indígenas pueden lograr que su alimentación mejore con alimentos sanos y propios de su cultura.

Desde que se han vuelto a practicar los trueques, yo he visto que muchas personas están cultivando huertas orgánicas, es decir… Sí, sí - interrumpe la cría humana- huertas donde no se usan abonos industriales y contaminantes.. Exactamente –añade el Condor- Yo he visto cultivos orgánicos de papa, de fríjol, de cebolla, es decir, cultivos en los que ya no se usan esos abonos y productos contaminantes. Los productores de esos agroquímicos son empresas multinacionales, que ejercen una forma moderna de esclavismo porque condenan a la gente a trabajar y trabajar solamente para pagar los elevados costos de esos productos. Esas empresas son como aves de rapiña que se engordan con el trabajo y el sufrimiento de la gente. Te lo digo yo, que soy un cóndor.

En fin, también he visto que muchas personas intercambian semillas en los trueques. De esa manera se protege la biodiversidad de estas tierras. Cada semilla es el resultado de millones y millones de años de historia natural pero además, no olvides que en cada semilla no sólo está guardado el embrión de una planta sino que también hay muchas costumbres en potencia. Cada semilla tiene sus propios gustos por la tierra y el agricultor debe saberlos y debe saber practicar cada uno de los cuidados necesarios para una buena cosecha. Por ejemplo, los indígenas siempre se orientan por el calendario lunar para las siembras. La luna creciente sabe alentar a las semillas para que se abran y le den salida a plantas muy frondosas, mientras que la luna menguante sabe arrullarles el temperamento. Así se van turnando los cultivos y dependiendo del periodo vegetativo de cada especie, se pueden tener diferentes productos a lo largo del año. Por ejemplo, la cosecha de papa se da cada seis meses y la de tomate cada tres. Los trueques se pueden programar teniendo en cuenta qué productos están en cosecha gracias a los calendarios lunares.

Cada planta, cada alimento, es un ser que requiere ser conocido para ser amado. Cuando se trata de plantas medicinales, es necesario conocer sus dones; cuando se trata de plantas alimenticias, es necesario conocer los modos de prepararlos para disfrutar mejor sus sabores. Cada comida es un modo de celebrar la vida y cada semilla es un pequeño gran tesoro de la cultura.

Por eso cuando la gente intercambia alimentos de climas diferentes, también esta intercambiando culturas y está enriqueciendo su dieta alimenticia, así que el trueque es una forma de lograr que la gente tenga alimentos variados, suficientes y sobre todo propios. Mirá, eso es lo que se espera lograr mediante la práctica del trueque y eso es a lo que se llama “soberanía alimentaria”, lo cual quiere decir que los indígenas se puedan alimentar sanamente, de acuerdo con sus costumbres, sin perder la biodiversidad de la zona donde viven y sin tener que depender de las empresas multinacionales ni de nadie. ¿sí me entiendes? Hacer trueques es importante porque no todo se puede comprar o vender. No se puede ni comprar ni vender la soberanía alimentaria. No se puede comprar ni vender la dignidad del pueblo Kokonuko.

Pero entonces ¿por qué apareció la plata? – interrumpe la cría humana- Pues mira –continua el Cóndor- la plata apareció hace mucho tiempo, en un lugar del mundo muy lejano de aquí y la plata a veces es una herramienta útil para que la gente se ponga de acuerdo en algunas cosas pero desafortunadamente, como ya te dije, a la gente se le fueron olvidando las canciones de la generosidad, la amistad y la esperanza y entonces la plata se volvió más importante de lo que debe ser. El sonsonete de la ambición encontró en la plata su letra perfecta.

LOS ANCESTROS

Y ¿Cómo aparecieron los Kokonucos? –pregunta la cría humana.-. El cóndor se torna más insondable que nunca, como si quisiera callar secretos:

Hoy sólo me es dado hablarte de testimonios humanos: En el testamento de la marqueza de San Miguel de la Vega, de 1774, se lee que ella le heredó parte de sus tierras a los indígenas de Poblazón como resguardo pero la palabra Kokonuco proviene de dos vocablos indígenas: “Koko”, que significa espíritu y “Urco”, que significa territorio. Es decir, “el territorio de nuestros ancestros”. Lo que sucede es que los invasores europeos deformaron a la palabra, igual que deformaron otras cosas de por aquí y denominaron de esa manera al grupo étnico que habitaba en la zona alta de la cordillera central, de la sierra Nevada de los Kokonuko para abajo, en lo que hoy se conoce como Popayán, Paletará, Kokonuko, Puracé y El Tambo, en el centro del departamento del Cauca, aquí, en Colombia. Yo conozco todo ese territorio “como la palma de mis alas”. Yo alcancé a sobrevolar ese territorio con algunos de mis parientes pero ellos ya murieron. Sólo las lagunas y los cerros de estos lares conocen lo que hoy nadie puede pronunciar porque la lengua aborigen se diluyó en el eco de estos rincones montañosos.

Desafortunadamente los Kokonuko fueron doblegados muy rápido por los españoles y durante el periodo denominado “La conquista” fueron despojados de sus territorios. Además fueron objeto de intercambios a través de lo que los españoles denominaron “La encomienda” pero la encomienda no tiene nada que ver con el trueque ancestral. El trueque es un acto solidario para intercambiar cultura mientras que la encomienda era un acto brutal en el que se humillaba a las personas.

Talvez habrás escuchado hablar de la ley 89 de 1890 sobre las parcialidades indígenas. Bueno, también es importante que sepas que en los años 40 del siglo XX empezaron las gestas de la recuperación de tierras y a finales de los años sesenta los kokonuko se juntaron con otras etnias del Cauca, en un movimiento que condujo a que en 1971 se constituyera el Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC.

Actualmente el pueblo kokonuko reúne a ocho cabildos: Paletará en la parte más alta, Puracé un poco más abajo, Kokonuko, Quintana, Poblazón y Popayán (que es un cabildo urbano) en la parte media, mientras que Alto del rey y Guarapamba están en la zona caliente. Todos estos cabildos se han organizado en la Asociación de Cabildos Genaro Sánchez, en memoria de aquel gran dirigente kokonuko.

Al igual que otros pueblos indígenas de los Andes, los kokonuko han acostumbrado cultivar pensando en garantizarle la alimentación a la familia y no en tener excedentes. No obstante, debido a que a mediados del siglo XX los latifundistas promovieron la producción tecnificada de papa y la ganadería, buena parte de las montañas se deterioraron ambientalmente al punto que muchos terrenos familiares y comunitarios hoy son potreros.

LA RESISTENCIA

Ven – agregó la cría humana- vos me dijiste que este siglo XXI lo empezamos los indígenas haciendo trueques ¿qué quisiste decirme vos?

Mira – precisa el cóndor - los indígenas han sufrido la pobreza y la marginación. Además, comenzando lo que los humanos de este lado del mundo llaman siglo XXI, la ambición, como ya te dije, se regó por todo el planeta como una ollada de agua caliente que despelleja a cualquiera, así que la ambición de algunos países y de algunas empresas multinacionales se ha tornado tan devoradora como la peor de las pestes.

De ahí que las comunidades indígenas empezaran a manifestarse, organizados en el Consejo Regional Indígena del Cauca CRIC. Durante dos o tres años se realizaron varios encuentros, talleres y marchas recapacitación para la guardia indígena y la Asociación de cabildos Genaro Sánchez jugó un papel muy importante en todos estos eventos. Los susurros crecieron hasta convertirse en gritos, coros de rabia e indignación. La lucha, estado anímico de un pueblo herido históricamente encontró en la palabra “Resistencia”, el estribillo adecuado para seguir existiendo a pesar de las infamias en su contra. La Resistencia no es sólo protesta, no es sólo indiferencia, no es una renuncia. Es una afirmación de la existencia.

Se discutieron ideas y se celebraron rituales, hasta que la memoria ancestral pidió la palabra. Los Nasa, del Norte del Cauca, propusieron realizar el Saquelo; los Yanaconas, del sur del departamento, propusieron el Inti Raimi, y los Kokonuko, de la zona centro propusieron el trueque.

En realidad el trueque siempre ha existido entre los indígenas – ya te dije que es una práctica ancestral- aunque haya tenido otros nombres, aunque “trueque” sea una palabra que se retoma ahora. Al trueque no hubo que inventarlo… lo que hizo la guardia indígena fue revitalizarlo. Así empezaron los trueques de estos tiempos, el primero de los cuales se realizó a finales del 2003 en el resguardo de Alto del Rey. Desde entonces se han realizado muchos trueques, prácticamente uno cada mes.

Todo esto es lo que he querido decirte – puntualiza el cóndor - al hablarte de la manera como los indígenas del Cauca empezaron el siglo XXI. Sin embargo todavía quedan por decir muchas cosas que deberás averiguar vos mismo a medida que vayas a trueques, a medida que crezcas, que vivas, que aprendas y le enseñes a quienes nazcan después de vos.

El Cóndor nunca supo si habló con un niño o con una niña porque al cóndor lo que le importó y le hizo feliz fue saber que había hablado con una cría humana. El Cóndor voló y se internó entre las nubes y entre las montañas, como la memoria se interna entre los acontecimientos de las criaturas humanas que miramos al Cóndor, quizás porque añoramos su sabiduría. Un rayo partió al cielo en dos mitades, un trueno descargó su sonido de redoblante y empezó a llover.





AGRADECIMIENTOS


ASOCIACIÓN DE CABILDOS GENARO SÁNCHEZ
CABILDO MAYOR YANACONA
RESGUARDO INDÍGENA DE GUACHICONO
RESGUARDO INDÍGENA DE RIOBLANCO
RESGUARDO INDÍGENA DE CAQUIONA
CABILDO INDÍGENA PAPALLAGTA
RESGUARDO INDÍGENA DE AMBALÓ
RESGUARDO INDÍGENA DE LA MARÍA


UNIVERSIDAD DEL CAUCA
GRUPOS DE INVESTIGACIÓN
GICEA, TULL, GESC, IDIS


COLCIENCIAS
CAUCA, 2008

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